Se necesita cierto tiempo para aprender que una
respiración “falsa” supone una actitud defectuosa de uno mismo, o con otras
palabras, que no es el cuerpo el que respira mal, sino que es la persona la que
está ahí de manera “falsa”, es decir, que no está en su “forma justa”. Para
conseguir ésta, no basta con comprender conceptualmente el significado
fundamental de la respiración; es igualmente necesario comprenderlo desde el
interior. La respiración no es sólo el hecho de aspirar y de echar el aire; es
un movimiento fundamental de la vida. Por la forma de respirar de un hombre, se
puede conocer su actitud general frente a la vida. Toda modificación durable de
la respiración supone un cambio de actitud frente a sí mismo y a la vida, y a
la inversa, el ejercicio personal de la respiración, transforma todo el ser. Al
igual que toda postura corporal “falsa”, un ritmo de respiración “falso” o una
arritmia, son expresión de un bloqueo o de una alteración en el devenir del Ser
divino interior indispensable para una vida sana a cualquier plano.
La respiración “justa” no es fruto de la voluntad,
sino que va y viene por sí misma sin que el Yo, consciente o inconscientemente,
haga nada. Si la respiración está bloqueada arriba, en la parte alta del
diafragma o en los hombros, indica que el hombre es prisionero del Yo, que
permanece a la defensiva y que, por consiguiente, no está todavía realmente
abierto, ni a los otros, ni al mundo. Al no tener el Yo confianza, le hace
creer que es él quien debe hacerlo todo y cuidar de todo, por lo tanto también
de la respiración. No la deja que venga y se vaya naturalmente, sino que fuerza
y deforma la espiración completa, profunda, con una resistencia. Este
inconsciente bloqueo respiratorio es también un bloqueo en el Camino interior,
que exige soltar presa, abandonar el Yo.
Lo primero, pues, que hay que aprender es a: dejar
que el fenómeno de la respiración se haga por sí mismo. Esto es más difícil de
lo que parece. Es difícil hacer que desaparezca la tensión involuntaria
provocada por un Yo siempre inquieto, que se manifiesta por el control y
bloqueo inconsciente de la respiración.
El hombre
ha de recorrer un largo camino hasta aprender a respirar bien, conscientemente,
dejando que la respiración se haga de modo natural. Un maestro zen, al que se
le preguntó sobre su manera de ejercitarse en la respiración, contestó: "Desde
hace treinta años me esfuerzo por observar conscientemente la respiración, sin
alterarla".
Karlfried G. Dürckheim: “ HARA, CENTRO VITAL DEL HOMBRE”.
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