miércoles, 8 de diciembre de 2021

KOKORO NO YOI. (PREPARANDO TU MENTE). SAITO CHOBO




El siguiente ensayo,  Kokoro No Yoi  (Preparando tu mente) forma parte de la sección introductoria del tratado sobre el Ogasawara Ryu en el segundo volumen de  Gendai Kyudo Koza  (Lectures On Modern Kyudo), una serie de siete libros sobre diversos aspectos. de kyudo. Fue escrito por Saito Chobo, un consumado estilista de Ogasawara Ryu y respetado historiador de kyudo que se entrenó con Ogasawara Kiyoaki Sensei, el 29 ° director de Ogasawara Ryu, y que alcanzó el nivel de hitoharikyu menkyo. Este ensayo fue escrito en 1968, dos años antes de la muerte de Saito Sensei en 1970 a la edad de 69 años.

Este breve ensayo se destaca por su economía de estilo, su claridad y su sencillez. Creo que es convincente por dos razones principales: toca algunos aspectos muy fundamentales del espíritu de kyudo que, en mi opinión, son de tal importancia que una verdadera apreciación de kyudo es imposible sin ellos; y lo hace de una manera notablemente franca y sin pretensiones. Viene directo al grano y no tiene pelos en la lengua. En él, el verdadero espíritu de kyudo se explica con una hermosa sencillez y una visión tan aguda como la punta de una flecha más aguda.

Es interesante notar que a lo largo de este ensayo, Saito Sensei se refiere consistentemente al tiro con arco como kyujutsu; de hecho, la palabra kyudo aparece solo una vez, y también se refiere a menudo al tiro con arco en general simplemente como yumi. Esto es totalmente coherente con el uso estándar japonés. Si bien el término kyujutsu casi nunca se usa más, se usaba con bastante frecuencia para referirse al tiro con arco en un pasado no muy lejano. El uso del término por parte de Saito Sensei también es significativo en el sentido de que fue un practicante muy exitoso de la tradición de tiro con arco más antigua existente en Japón; sus puntos de vista, por lo tanto, están claramente basados ​​en la tradición y de ninguna manera son fuera de lo común. En efecto,

Earl Hartman

KOKORO NO YOI
(PREPARANDO TU MENTE)

por Saito Chobo
Preparando tu mente es importante. Al final, habrá una gran diferencia dependiendo de si comienzas a practicar por capricho o después de haber tomado una firme resolución. Por supuesto, debe tener en cuenta los siguientes puntos.

Elija el maestro adecuado

Si bien hay varias formas de considerar la elección de un maestro, como si es bueno o malo enseñando o si trata bien o mal a la gente, primero debes elegir un maestro que posea el shajutsu (técnica de tiro) adecuado. ) y un espíritu correcto. Si te equivocas en esta elección, el resultado de tus largos años de esfuerzo será que, al final, terminarás tus días como un arquero básico y vulgar.

Levanta tu arco con espíritu obediente

Mientras estés recibiendo instrucción, debes dejar atrás tu ego y dejar todo a tu maestro. Si simplemente no puedes seguir a tu maestro, debes despedirte respetuosamente de él.

No copie a otras personas

La enseñanza de kyujutsu cambia según los atributos físicos y mentales del estudiante. Corregir tus disparos en función de lo que ves en los disparos de otra persona es algo que solo se obtiene después de haber avanzado mucho. Copiar a otras personas destruirá el orden del aprendizaje y es la causa del fracaso. El entrenamiento adecuado es un proceso lento. El tipo de tiro con arco que se aprende copiando lo que ves en un campo de tiro con arco local es, después de todo, dicho y hecho, nada más que eso.

Cuida todas y cada una de las tomas

Hay una vieja enseñanza que dice "Cien manos, una mano; una mano, cien manos". (Una mano significa un par de dos flechas). Significa que doscientos tiros hechos descuidadamente son inferiores a dos tiros hechos con cuidado, y dos tiros hechos con cuidado son superiores a doscientos tiros hechos descuidadamente.

Entre los que practican, hay quienes quieren disparar con desparpajo muchas flechas y quienes son perezosos y quieren disparar lo menos posible. Ninguno de estos es bueno; la mejor manera es disparar con cuidado y diligencia tantas flechas como sea posible. Mi maestro me dijo que "el que dispara cien flechas al día no irá ni hacia adelante ni hacia atrás". Si quieres ser hábil, debes disparar más de cien flechas todos los días, día tras día.

Si lo hace de manera descuidada, es dañino y sin provecho; debes empujar y disparar cada disparo con firme determinación. No debes cometer el error de pensar que disparar con cuidado significa experimentar al azar. Disparar es una habilidad práctica. "El conocimiento sigue a la acción", así debería ser el kyujutsu. Debe practicar una y otra vez tal como se le ha enseñado. En este proceso, comprenderá un cierto secreto, truco o habilidad (kotsu). Entonces tu maestro te corregirá y te explicará este secreto. Así es como se debe aprender el kyujutsu. El mundo de hoy se ha convertido en un lugar agitado, así que supongo que es inevitable que la gente busque la explicación de algo primero y luego intente dominarlo más tarde; pero las mayores molestias son aquellas personas cuyo conocimiento precede a la acción,

No se le hinche la cabeza

Entre todas las diferentes artes marciales, no hay arte en el que sea tan fácil tener la cabeza hinchada como el kyujutsu. Si tomas dos flechas, te enfrentas al objetivo y lo alcanzas con ambas, en lo que respecta a golpear, esto es lo mismo para todos, sin importar cuán hábil sea el arquero.

Siempre hay personas que, después de practicar yumi durante un año o dos, piensan: "Mi maestro disparó cien flechas y solo acertó setenta, pero yo disparé cien flechas y acerté ochenta. He superado a mi maestro" o algo así. Una persona fuerte pronto podrá disparar un arco más fuerte que su maestro. Si su arco es más fuerte que el de su maestro y da en el blanco con más frecuencia, comenzará a volverse tremendamente arrogante. Empezará a decir que "no hay nadie en este dojo que pueda enseñarme nada". Por supuesto, en este nivel, este es un período de tiempo en el que no se da cuenta de sus propias debilidades porque su práctica es superficial e inmadura; más tarde pasará por esta crisis y llegará a un estado en el que finalmente podrá ser claramente consciente de su propia pobreza. Para algunas personas, esto puede llevar diez o quince años; luego están aquellos que nunca pueden llegar al estado en el que pueden verse a sí mismos con claridad. Los que padecen esto son verdaderamente dignos de lástima; cuando todo está dicho y hecho, han gastado tiempo y dinero practicando yumi por orgullo, para ser vistos por otras personas, o para ganarse los cumplidos de la multitud ignorante, que no valen ni un centavo.

Si, con un espíritu que reconoce que el Camino es interminable, sigues y sigues y alcanzas un estado en el que puedes verte a ti mismo, te asombrarás de lo miserable que eres, lleno de defectos y serás movido para corregir estos defectos, sin descuidar ni siquiera el más pequeño. Es en este momento que finalmente nacerá la confianza que proviene de enfrentarse a su verdadero yo. Incluso si las personas engreídas pueden disparar frente a sus jóvenes con una arrogancia audaz, una vez que se enfrentan a alguien con quien no tienen ninguna posibilidad de estar a la altura, comienzan a temblar en sus botas, una visión lamentable.

Para una persona que se conoce a sí misma y tiene verdadera confianza, las personas que están mirando no tienen nada que ver con él. Incluso si nadie está mirando, dispara con todas sus fuerzas; y no importa cuánta gente esté mirando, no puede disparar mejor de lo que siempre lo hace. Simplemente muestra su yo real y natural. No busca elogios y no se inmuta si es menospreciado. Creo que esta es una buena lección que el kyujutsu puede enseñar. El Camino es interminable. Espero sinceramente que usted, el lector, siga adelante con un espíritu humilde.

No pierdas interés

Pase lo que pase, está prohibido perder el interés por la formación. Hay muchas formas que esto toma: algunos pierden interés rápidamente, algunos después de haber entrenado por un tiempo y algunos después de haber progresado a un nivel bastante alto; pero todos estos son inaceptables. Con una actitud en la que tal vez pueda lograr una pequeña medida de habilidad después de practicar durante diez años, debe practicar incansablemente con un estado de ánimo paciente.

Practica sin tregua

Debes practicar todos los días, aunque sea solo durante 30 minutos o una hora. No es bueno practicar todo el domingo y luego no disparar durante la semana. Si simplemente no puedes llegar al dojo, debes practicar incluso si solo haces subiki (sacar el arco sin disparar una flecha). Otra buena forma es montar un makiwara en casa y practicar todos los días. La práctica de Makiwara puede ser monótona, por lo que hay quienes no les gusta, pero es algo útil. Si disparas al objetivo cuando eres un principiante puedes arruinar tu forma sin darte cuenta, pero el makiwara no tiene ese inconveniente. La gente es propensa a querer disparar mientras juega con sus amigos, pero en una situación como esta, no solo por supuesto no progresarás, los que no desarrollarán malos hábitos son pocos. Para aquellos que encuentran aburrido el maikwara,

Haga del objetivo su único objetivo

Entre los que practican kyudo, hay quienes dicen que en yumi no es necesario dar en el blanco, o que lo único que se necesita es que tu forma sea buena; incluso hay quienes dicen que la forma no importa, que el espíritu es lo más importante. Por supuesto, aquellos que tienen un espíritu retorcido son un dolor de cabeza sin importar lo que hagan; y practicar yumi con mala forma no es bueno. Sin embargo, tener buena forma (técnica de tiro) y no dar en el blanco va en contra de la naturaleza. No se deje engañar por tonterías. Si su forma de disparar es buena, seguramente seguirá la precisión. Quiero que no olvides que perder el objetivo significa que algo anda mal.

Si practica yumi con diligencia, obtendrá algún tipo de beneficio espiritual. Sin embargo, el kyujutsu es por naturaleza una actividad física, por lo que si desea participar en un entrenamiento espiritual, obtendrá resultados más rápidos si hace algo como zazen en lugar de tiro con arco.

Una vez me dijo Kiyoaki Sensei (Ogasawara Kiyoaki, el 29º director del Ogasawara Ryu) que "cuanto más una persona dispara un arco, peor se vuelve una persona". Probablemente haya muchas personas a las que les resulte extraña esta afirmación, pero en cierto sentido es definitivamente cierta. Quiero que aquellos que están comenzando con Yumi presten atención a este punto. A esto es a lo que me refiero cuando digo "haz del objetivo tu único objetivo". No importa cuántos años haya estado disparando una persona, si apunta solo al objetivo, no hay posibilidad de que se vuelva corrupto.

Sin embargo, cuando una persona aprende yumi, al principio practicará con total devoción para dar en el blanco, pero en poco tiempo, si comienza a dar en el blanco, irá a los torneos con la esperanza de ganar premios. Después de progresar un poco más, apuntará a un rango y luego a una licencia de enseñanza. Finalmente, buscará un puesto en la comunidad de tiro con arco, incluso si tiene que empujar a otras personas para conseguirlo. En este proceso, son pocas las personas que pueden evitar volverse corruptas.

Quiero que aquellos de ustedes que van a comenzar a practicar yumi eviten decididamente ser engañados por este engaño. Por no hablar de cosas como premios de torneos, obtener un rango o una licencia de enseñanza no convertirá a una persona que tiene malas oportunidades en una buena. Más aún, quiero que comprendan profundamente que los puestos de honor no son más que problemas y no tienen nada que ver con el entrenamiento en el Camino.





 

lunes, 8 de noviembre de 2021

FORMACION CONTINUA EN KYUDO

 

    Los días 30 y 31 de octubre de 2021 el Club Tir amb Arc Despí y el Zen Kyudo Club Barcelona organizaron  en los locales del Club Tir amb Arc Despí el primer curso del Programa de Formación Continua de Kyudo 2021-22. Este curso ha estado abierto a todos los kyudocas catalanes federados que quisieran perfeccionar su técnica. En próximas ediciones esperamos contar con la presencia de kyudokas federados de otras regiones españolas.

    El curso estuvo dirigido por la Sensei Belén Pérez y contó con la participación de kyudokas de los clubes organizadores. El próximo curso, también bajo la dirección de Belén Pérez,  está previsto celebrarse en la primavera de 2022.






















martes, 6 de julio de 2021

GOMOYUMI (ARCO DE KYUDO DE GOMA)






Los que se inician en el kyudo empiezan practicando con un gomuyumi (arco de goma). Con el gomoyumi aprenden a sincronizar los ocho movimientos del hassetsu con la respiración abdominal (centrada en el hara). 



La presión abdominal aumenta al final del hassetsu


El siguiente paso en su aprendizaje es aprender el hassetsu con guante y yumi pero sin flecha. Posteriormente pasan a practicar con guante y flecha frente a una makiwara. Solo cuando han mostrado destreza frente a la makiwara pasan a practicar con un mato situado a 28 metros.




También se recomienda utilizar el gomoyumi en el dojo durante los ejercicios de calentamiento y para practicar en el domicilio los días en que no se puede acudir al dojo.


Existen muchos modelos validos de gomoyumi. El mas sencillo es una goma sin ningún otro añadido.













miércoles, 30 de junio de 2021

REVELACIONES DE LA MAESTRA DEL ARCO. JAVIER VELA

 






9 de agosto de 1962. Naoko ha cumplido diecisiete años y ha llegado el momento de elegir un oficio.  

Desde hace generaciones, los miembros del clan Jōshū acostumbran a dividirse entre poetas y artesanos. Pero Naoko no quiere ser artesana, y carece de talento para la poesía.  

–Padre –dice una tarde, después de pensar en ello durante varias semanas–, me gustaría aprender a tensar el arco.  Kojima-tōryō no puede reprimir su sorpresa. 

–El kyūdō es un arte noble y no apto para chicas. Se precisa de fuerza, pero también de templanza. Nunca podrías disparar como un hombre.

Naoko mira a su padre fijamente a los ojos. Luego aparta la vista y anuncia con decisión:

–En ese caso, aprenderé a disparar como una mujer.


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Gracias a una escritura fronteriza que hibrida mecanismos en apariencia opuestos en una libre constelación de fragmentos de tradición apócrifa, La maestra del arco nos adentra en un Japón dislocado, deliberadamente inactual, sobre el que reverberan las voces tutelares de todo un archipiélago nimbado por la invención y el mito. En su seno convergen el relato alegórico, la poesía y el ensayo de ficción, en un viaje quimérico que integra tiempos, espacios, géneros y registros –de los sutras budistas al cine de animación– en el itinerario personal del autor. Narraciones y excursos, notas y escolios, poemas y aforismos conforman un mosaico extemporáneo que ahonda en las relaciones entre «maestra» y «discípula» mezclando humor y mística, parodia y veneración. Como ya hiciera en Libro de las máscaras, Vela vuelve a instalarse en el umbral entre lo real y lo imaginario para abordar un texto poliédrico que, siguiendo los pasos de Naoko e Hitomi, sus dos protagonistas, reescribe y mistifica la historia de las mujeres en el país nipón, a fin de hacerla aflorar, y reflexiona en torno a la arquería como camino de conocimiento y a sus paralelismos con la literatura, deconstruyendo el prisma deformante con que nos enfrentamos a la cultura asiática moderna y a las licencias de una mirada hegemónica colmada de estereotipos. (Sinopsis de la editorial)













viernes, 25 de junio de 2021

SUMMERTIME. KYUDO ENTRE EL SOL Y LA LUNA



 Es tiempo de verano. Atrás quedaron las prácticas de kyudo al aire libre en las frías y ventosas mañanas de invierno. Por fin ha llegado el momento tan esperado de disfrutar de las plácidas tardes de verano hasta la puesta de sol.

Con un poco de suerte podremos contemplar algún otro espectáculo mientras practicamos kyudo, tal como ocurrió la tarde del pasado día de San Juan (2021), en la que disfrutamos simultáneamente de una hermosa puesta de sol y de la salida de la luna llena, la superluna de fresa.


















miércoles, 5 de mayo de 2021

PEDRO ARRUPE, ¿UN PRACTICANTE DE ZEN KYUDO EN LOS ALTARES?

 


   En 2019 se inició en Roma el proceso de beatificación de Pedro Arrupe Gondra, el Superior General de la Compañía de Jesús entre los años 1965 y 1983.

   Durante su estancia en Japón fue kyudoka (practicante de kyudo), uno de los aspectos más desconocidos de la biografía de este jesuita español. Arrupe fue un kyudoka singular. En 1940 abrió un kyüdôjô (espacio donde se practica kyudo) en Yamaguchi (Japón) para que sus feligreses pudieran aprender y practicar zen kyudo. Quizás fue el primer kyüdôjô, y posiblemente el único, fundado por un occidental en Japón.

   La revista "EL BUDOKA" ha publicado un artículo sobre la práctica de kyudo de Pedro Arrupe.

   Para descargar la revista pinchar en este enlace.









martes, 20 de abril de 2021

PAULO COELHO Y EL TIRO CON ARCO

 





 

"Cuando practico el tiro con arco, no pienso", dice en el video Paulo Coelho. “Estoy totalmente ahí con mi arco, mi objetivo, mi flecha y no pienso. Funciona de maravilla. Porque cada vez que tienes que abrir el arco, puedes ver el universo".

Coelho siente pasión por el lado romántico del tiro con arco y su lugar en la vida. A menudo pregunta a los entrevistadores que lo visitan: "¿Quieres ver mi arco?". Recientemente, confirmó a "The Guardian" que vio "Los juegos del hambre" y descubrió que la técnica de tiro con arco de Jennifer Lawrence era auténtica.

Él cree que el tiro con arco favorece el desarrollo personal y espiritual, y lo expresa de esta manera: “Existe este momento en el que eres una sola cosa. Es la belleza de estar totalmente tenso y, de repente, en la siguiente fracción de segundo, totalmente relajado. Entonces, ves el universo frente a ti. Lo contemplas. No tienes preguntas ni respuestas. Solo miras y sientes. … Estoy vivo. Parece repetitivo, pero no lo es. Cada flecha cuenta una historia".

En 2008 Paulo Coelho escribió un pequeño libro de ficción sobre tiro con arco. "Escribí mis pensamientos sobre cómo poder aplicar las lecciones de tiro con arco a nuestra vida diaria".






viernes, 12 de marzo de 2021

MEDITACION SOBRE EL ARQUERO. ANDRES SANCHEZ ROBAYNA

Publicado en Cuadernos Hispanomericanos,  núm. 734, agosto 2011.


   Tienen su destino los libros. Nada hace pensar que Eugen Herrigel sospechara un día, al escribir las sobrias páginas que relatan su aprendizaje del tiro con arco, que sus palabras iban a dejar una profunda huella en los más diversos ámbitos y que serían leídas con una admiración sólo reservada para obras literarias que acaban adquiriendo el estatuto de clásicas. El destino de ciertos libros se cumple, por supuesto, más allá de sus autores, como si éstos nada pudieran hacer en relación con la fortuna o la suerte de lo escrito, que gana finalmente una imprevista autonomía, una vida propia. Por un raro efecto de coherencia interna entre los contenidos del libro y la actitud de su autor, ese hecho, en el caso del libro de Herrigel, resulta plenamente congruente con la naturaleza misma del proceso espiritual que describen sus páginas.

   ¿Quién podía, en efecto, imaginar que un ensayo de una veintena de páginas (base del libro posterior) publicadas en 1936 por un oscuro profesor de filosofía en la revista Zeitshrift für Japanologie iba a ser visto con el tiempo -en realidad, sobre todo desde su primera edición en inglés en 1953- no sólo como uno de los más bellos manuales de introducción al zen sino, además, como un admirable breviario acerca de la creación artística? De una determinada creación artística, claro está. No aquella para la cual únicamente interesan los resultados -incluidos la resonancia pública y el éxito económico-, sino aquella otra para la cual lo importante, lo verdaderamente decisivo, es ante todo la experiencia artística misma, el proceso espiritual que esa experiencia representa o debería representar siempre.

   Especialistas en el budismo zen han hablado con la autoridad necesaria sobre los valores de un libro que constituye hoy, en Occidente, una referencia ineludible a la hora de acercarse al espíritu de aquella doctrina filosófica y religiosa. El primero en hacerlo, ciertamente, fue el maestro Daisetz T. Suzuki, en un prólogo a la edición en inglés que se ha vuelto inseparable del libro mismo, y que suele incluirse en sus traducciones a muy diversas lenguas. «Maravilloso libro», concluye Suzuki sin dudarlo, después de poner el acento precisamente en la aportación que Herrigel hace a la comprensión del espíritu del zen, esa «conciencia cotidiana» que se torna, por paradoja, una no-conciencia.



Eugen Herrigel

   No puede quien esto escribe pronunciarse sobre los valores del libro de Herrigel en tal sentido (algo, sin embargo, sí cabrá decir más tarde sobre el zen en relación con las artes plásticas); en realidad, el testimonio de Suzuki resulta suficiente si alguna reserva albergara aún el lector en cuanto a la significación de estas páginas desde el punto de vista «doctrinal». Es inútil aclarar que esa significación debe ser estimada siempre desde el ángulo de las aportaciones occidentales, es decir, de los acercamientos realizados desde Occidente al remoto espíritu del budismo. En este sentido, el caso de Eugen Herrigel (1884-1955) me recuerda el de otro occidental, el norteamericano -de origen español- Ernest Fenollosa (1853-1908), filósofo y orientalista a quien, como es sabido, se debe un ensayo, «El carácter de la escritura china como medio poético», que desde su primera publicación en Little Review en 1919, de la mano de Ezra Pound, ha tenido, lo mismo que el libro de Herrigel, una amplia resonancia en la cultura occidental. Se trata de dos filósofos occidentales que han llegado a una rara comprensión del espíritu filosófico, religioso y cultural de Oriente, y que - lo mismo que algunos poetas y artistas plásticos europeos y americanos- han logrado traducir esa comprensión en ensayos, poemas, pinturas y esculturas. El fruto de todo ello ha sido un notable enriquecimiento de las posibilidades intelectuales, estéticas y expresivas del pensamiento y de las artes occidentales. Tanto Fenollosa como Herrigel tienen, en ese plano, un papel no poco relevante.

   El zen en el arte del tiro con arco es, esencialmente, un libro de iniciación. Como todo libro de iniciación, va describiendo poco a poco las fases de un proceso que conduce a un determinado punto. Pero pronto comienzan las paradojas: el proceso constituye, en el caso del zen, menos un enriquecimiento espiritual que, literalmente, un vaciado. Ese vaciado, por otra parte, no debe verse en términos negativos, sino todo lo contrario: el desprendimiento o vaciado del yo es, al cabo, una ganancia. ¿Cómo puede un desprendimiento, un «empobrecimiento», ser visto como conquista o progreso? Tal es la clave del proceso espiritual que ha de seguir el aprendiz, un proceso que debe perder de vista toda racionalización o conceptualización si de veras aspira no a un fin sino a la penetración en la Gran Doctrina.

   A la penetración o la inserción en un estado, en suma. El lector no deja de notar a cada paso los elementos ceremoniales que envuelven todo el proceso, desde la respiración hasta los preparativos o preliminares del tiro, elementos que tienden a facilitar o hacer posible aquel estado. Un estado, leemos, «de intensísima vigilia espiritual». El arduo proceso de aprendizaje descrito por Herrigel -un aprendizaje que duró seis años- tiene como núcleo el acceso a ese estado mediante un olvido de sí mismo contra el que el aprendiz choca una y otra vez. La dificultad alcanza su punto máximo cuando el aprendiz empieza a intuir oscuramente que la aparición del «ello» (o el «se»: se dispara, se danza) depende de la desaparición del yo. Y que el «ello» o el «se» sólo interviene (sólo adviene) en ausencia de toda intención.

   El primer eje sobre el que gira la iniciación del aprendiz -la falta de intencionalidad- supone para un occidental como Herrigel uno de los grandes escollos en su formación. La crítica profunda a la voluntad que formula el budismo zen hace pensar de inmediato a quien proviene del mundo occidental en uno de sus pensadores más preclaros, Schopenhauer, que como es sabido no ignoró al budismo. Al filósofo Eugen Herrigel no le sirvió para su aprendizaje, a lo que se ve, la idea de Schopenhauer de que la renuncia a la voluntad sólo llega a producirse cuando la voluntad ha adquirido plena conciencia de sí misma. El aprendiz sólo percibe el peso muerto de la voluntad. Platón y Aristóteles habían deslindado los ámbitos respectivos del deseo y de la voluntad: el primero se inscribe en el plano de lo sensible; el segundo, en el del intelecto. Es éste, precisamente, el responsable de los problemas del iniciado. Aunque Herrigel no alude a ninguno de los filósofos occidentales que acabo de mencionar, tiene interés especial para el lector el momento en que el maestro, Kenzo Awa, en un intento de ponerse en la piel de su discípulo y entender sus extraordinarias dificultades, hace lo posible por leer a los filósofos occidentales por los que se interesa Herrigel, y comprende, entonces, el pesado lastre intelectual que soporta el aprendiz, un lastre que debe rechazar por completo. Es todo mucho más sencillo, le dice. Es como la nieve sobre la hoja de bambú. Es como el pétalo que cae.

   Crítica, pues, de la intención. Pero crítica, también, de la reflexión, entendida ésta como mediación negativa entre el «se» (o el «ello») y el arquero. Sabemos el profundo sentido anti-intelectualista del zen, por lo que el rechazo de la reflexión, en el sentido indicado, no puede extrañarnos. Más difícil de comprender (o de admitir, si se prefiere) nos resulta, en cambio, la crítica de la intención, puesto que el mismo maestro reconoce, en un momento dado, que para alcanzar la falta de intención se precisa un movimiento intencional. He ahí otra paradoja, de las que tantas muestras da siempre el zen: «¡Intencionadamente he de perder la intención!» No puedo dejar de recordar aquí lo que un poeta occidental también atraído por Oriente, Henri Michaux, afirmaba respecto a la creación poética: «La sola ambición de hacer un poema basta para matarlo».

   Se hace pronto evidente que el proceso de iniciación consiste ante todo en el enfrentamiento del arquero consigo mismo. La meta -el blanco al que se dirige de la flecha- es interior. El tirador, en efecto, apunta hacia sí mismo. Por mucho que el proceso insista en el sentido profundo de la involuntariedad o la no-intencionalidad, y por más que se haga patente una y otra vez -destruidos todos los preconceptos- el carácter sensible del tiro al arco, el verdadero centro es, en efecto, íntimo; aquéllas eran sólo condiciones.

   Tal vez el aspecto más interrogativo del relato de Herrigel (y de la experiencia del zen en sí mismo) resida en la asociación de esta idea con la necesidad de aceptar lo incomprensible. El aprendiz no debe olvidar nunca que en la naturaleza -el maestro insiste en ello- existen hechos y coincidencias incomprensibles. El vaciamiento del yo se alza como principio sobre el que gira todo lo demás, como si de ello dependiera, en rigor, el sentido del aprendizaje. Por otra parte, el vaciamiento del yo está indisolublemente ligado a la unificación o reunificación (no dualidad) de sujeto y objeto. ¿No dijo un viejo pintor budista que nadie puede pintar una montaña sin haberse convertido antes en montaña? (A ese orden de experiencia espiritual corresponden las enseñanzas -sólo aparentemente paradójicas- del zen en relación con las artes plásticas, aunque por supuesto no sólo en relación con éstas.) En realidad, el vaciamiento del yo va más lejos; es una experiencia (un estado) que significa no sólo el desprendimiento del ego sino algo más difícil aún: conduce, finalmente, a la liberación de la idea de la muerte. La prueba la ofrece el propio Herrigel en el capítulo último de su libro, en el que se sirve del tratado de Takuan sobre el arte de la espada, La aprehensión invisible, para intentar explicar la profundidad de aquel estado. La «liberación» aludida es allí la clave. Es el arte por antonomasia.

   De esta experiencia espiritual se extrae, naturalmente, todo un cúmulo de analogías con la creación artística. Así lo han visto numerosos escritores y artistas de Occidente. En otro lugar he sostenido que El zen en el arte del tiro con arco debería, en rigor, ser una lectura imprescindible para todo creador que aspire a adentrarse en el significado de la creación. Según mis noticias (estoy convencido, sin embargo, de que otros muchos autores lo han leído y de que el influjo de este libro tiene más amplias ramificaciones), el primero que supo ver la importancia de estas páginas desde el punto de vista aludido -es decir, como hermosa parábola de la creación artística- fue el siempre muy vigilante crítico Jean Paulhan, que en seguida transmitió su descubrimiento al pintor Georges Braque, igualmente fascinado por las fases de un proceso que entendía extraordinariamente paralelo al conocimiento proporcionado por el arte. El gran pintor francés, a su vez, dio a conocer el libro al escultor español Eduardo Chillida, para quien este «libro precioso», dijo, fue una lectura capital. Además de influir en su obra y en su meditación sobre el espacio hueco y el vacío, no es difícil captar en algunos de los bellos aforismos del escultor vasco («Al alba conocí la obra», «El poder de la razón es saber, gracias a ella, que la razón tiene límites») una huella que, más allá de su sabor orientalista, deja sentir a las claras el espíritu de las páginas de Herrigel. Lo mismo cabe decir de Antoni Tapies y de otros pintores coetáneos. Merece la pena referir, entre los pintores, el caso del norteamericano Mark Tobey, quien en 1960, en carta a su amigo Ulfert Wilke, aseguró que veía en El zen en el arte del tiro con arco uno de los pocos estímulos que tenía entonces para seguir pintando. Es bien sabido, por otra parte, que el fotógrafo (y también excelente dibujante) Henri Cartier-Bresson solía asociar la plasticidad y la intensidad del «instante» fotográfico a la tensión de la espera que tan sabiamente describe Herrigel, cuyo libro era para él un libro de cabecera. Menos sabido, en cambio, es que otro gran fotógrafo, el norteamericano Duane Michals, acostumbra a citar El zen en el arte del tiro con arco como perfecto antídoto contra la insufrible pedantería con que suelen recubrirse ciertos ambientes artísticos neoyorquinos y una parte no pequeña del arte y de la crítica artística contemporáneos.

   Los ejemplos del influjo del libro de Eugen Herrigel en la literatura no son menos importantes y significativos. No es preciso multiplicar los nombres. Dejemos sólo aquí hablar al poeta José Ángel Valente: «El libro de Herrigel es un libro de espiritualidad, un libro que versa sobre la acción o conocimiento de quietud, sobre la inmovilidad veloz del deseo, sobre una forma particular del saber, el «saber de experiencia», que genera una fusión o armonía de las cosas opuestas o esa infinita capacidad de espera en el punto de máxima tensión donde crear es, repentinamente, posible. Tal es el movimiento o estado que con tal absoluta precisión define Herrigel: «Cuando la cuerda se tensa al máximo, el arco se inserta en el Todo». Manual, como los de todas las artes regidas por el zen, del perfeccionamiento o de la progresión interior que contiene, a la vez, una luminosa apertura a la creación («de modo que el danzante y la danza se conviertan en una sola cosa»), es decir, una estética».

   Es en el contexto que brevemente enmarcan las palabras transcritas en el que hay que entender el poema de Valente titulado «El blanco», de su libro Treinta y siete fragmentos:

   El arco armado y tenso une dos puntos del círculo a su centro.

   El hemisferio del arquero en posición de tiro es la mitad visible de la esfera completa que la flecha aún inmóvil ya ha engendrado.

   ¿Puede extrañarnos la honda resonancia alcanzada por El zen en el arte del tiro con arco} En realidad, no abundan en Occidente (y, si hacemos caso a Herrigel, tampoco en Oriente) los libros de esta naturaleza. Las analogías y diferencias que podamos rastrear entre este libro y, pongamos por caso, De lo espiritual en el arte, de Vasili Kandinsky (libro que ha alcanzado también un considerable eco), permiten ver de inmediato cuántas cosas singularizan el ensayo de Herrigel. Entre los libros, muy escasos, que se inscriben en parecida órbita, los podrá haber no menos intensos (el de Kandinsky es tal vez el mejor ejemplo). Ninguno, acaso, nos hace más conscientes del arte como un proceso espiritual cuyo fin no está fuera de él mismo.

   Tienen su destino los libros, en efecto. El de Herrigel es el de hacernos ver la Unidad (la no dualidad) bajo la especie del aprendizaje: la unidad de lo que nos liga, nos libera y nos consume.



El ZEN KYUDO CLUB BARCELONA quiere agradecer a Andrés Sánchez Robayna la autorización para reproducir este escrito en su blog.

Próximamente verá a la luz la traducción de una selección de haikus de Masaoka Shiki realizadas por Andrés Sánchez Robayna y Masafumi Yamamoto.
















martes, 9 de marzo de 2021

COMO PEGAR EL PAPEL DE DIANA SOBRE EL ARO DE MADERA DEL MATO (DIANA DE KYUDO)

 




MATERIAL



DISOLVER EN AGUA LOS POLVOS DE COLA



EXTENDER LA COLA CON UN PINCEL SOBRE UNA DE LAS CARAS DE LOS  PAPELES 




CENTRAR LOS PAPELES SOBRE EL ARO DEL MATO Y PEGAR
PRIMERO EL PAPEL MARRON




SEGUNDO EL PAPEL CON LOS DIBUJOS DE LA DIANA




DEJAR SECAR







lunes, 15 de febrero de 2021

EL PODER DE LA RESPIRACION

 



      "Cuando la respiración es irregular, la mente oscila; cuando la respiración es estable, también lo es la mente. Para alcanzar la estabilidad, el yogui ha de controlar su respiración. Mientras hay respiración en el cuerpo, hay vida. Cuando desaparece la respiración, también desaparece la vida. Regula, pues la respiración." 

(Hatha - Yoga Pradipika, Cáp. 2 v.3)